Y ¿CUÁL COMPRO?



Cada ciudad es diferente y no iba a ser menos su sistema de transporte. La buena intención de los viajeros es acatar normas y reglamentos, por aquello de ahorrarse un bochorno, lo curioso es cuando lo 'bochornoso' es acatar con la norma.

Creo que nunca he llamado tanto la atención como cuando entramos en el tranvía, después de estar nuestros buenos quince minutos descifrando la piedra de Rossetta de los tickets y comprar dos al 'tuntún' y validar los billetes; la cara de los habitantes, los que nos miraron, describía sus pensamientos con meridiana claridad. Lección aprendida: al siguiente no se paga.

Es difícil pasar desapercibidos en según qué lugares, cuanto más al Este más destaca uno; gestos, movimientos, ropa y maneras nos señalan como foráneos, con los riesgos que pueden llegar a implicar. La verdad que de momento estamos saliendo muy bien parados con ello.

Algunas veces hasta nos atrevemos a chapuerrear el idioma del país que toque. Tiene un pequeño problema y es que se corre el riesgo que te contesten y mucho... pero no hay nada que una buena cara de 'yo sé que tú me hablas pero no sé lo que me dices' y un gruñido no resuelva.

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