MILANO CENTRALE

Cuando me preguntan sobre las cosas que vamos a ver durante este viaje no dudo en decir que trenes, muchos trenes. Por trenes no me refiero únicamente a aquellos que nos van a llevar a lo largo y ancho del continente, trenes en los que vamos a dormir, en los que vamos a aburrirnos, conocer gente y contemplar paisajes. Por trenes me refiero a todo aquello que los rodea.

Si no se tiene imaginación, como mucho se puede entender que además de trenes veremos paisajes. Pero en realidad el ferrocarril tiene una significación muy fuerte. Que ahora nos hayamos olvidado que los trenes sustentaron el avance de la sociedad durante décadas, no significa que no siga sucediendo algo similar en otros países de Europa, que ahora un tren sea desde un artículo de lujo o algo meramente funcional no implica que todavía siga siendo para muchos vehículo de sueños y ambiciones.

Si los trenes te llevan, las estaciones te reciben. La grandeza y magnificencia de las ciudades se plasmaba en las estaciones, primer punto de contacto entre el recién llegado y el lugar de acogida. Perfecta simbiosis entre opulencia y funcionalidad, curioso paradigma resuelto de la dicotomía del diseño: arte o función.

Volviendo al tema, ver trenes y por extensión estaciones, no tiene menor empaque que visitar museos, monumentos o palacios. Todo depende de lo que se eche la vista atrás. Si los palacios presidenciales o reales, las iglesia o catedrales y cualquier otro elemento arquitectónico más relacionado con el turismo de contemplación puede mostrar todo el trasfondo histórico-social que tiene un lugar, las estaciones de ferrocarril representan la síntesis entre la historia y la intra-historia.

La actual estación central de Milán, que data de la década de los años 30 del siglo pasado, es un perfecta muestra de una época convulsa en Europa y el Mundo. La opulencia pétrea que muestra el cuerpo del edificio de llegadas y salidas, subyugada a los intereses fascistas del régimen de Mussolini habla de cómo la arquitectura se somete a los intereses de quien la sufraga, así como sucedía con la piedra historiada de los capiteles medievales.

Pasear entre la estación de Milán es trasladarse al escenario donde miles de italianos llegaban a la ciudad, atraidos por el hechizante discurso de un dictador de medio pelo que materializó los sueños de un pueblo ávido de la grandeza y el esplendor de la Roma imperial ya perdido.

El ejercicio de saber interpretar la historia de Italia a través de una estación representativa y emblemática como Milano Centrale debe ser leit motiv continuado a través del viaje. Europa y su historia no son, únicamente, palacios y catedrales.


1 comentario:

Winnie the Pooh dijo...

Mientras iba leyendo esta entrada me ha venido un flashback tan grande de las pocas estaciones que he visto en mi vida y de cómo he ignorado e ignoramos habitualmente las pequeñas cosas que simbolizan una historia acaecida y de gran interés personal, que incluso me avergüenza no haber profundizado un poco más en todo aquello que sale de lo habitual en la vida cotidiana o la referente al viajero.

Prometo fijarme más en todo aquello fácilmente [o no tanto] observable, =)

WdP.